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Los hazards nos ponen a prueba: cuando el “miedo escénico” es el handicap

Los hazards nos ponen a prueba a través de sus diversos grados de dificultad. Existe una relación entre la dificultad de un hazard,  la habilidad del jugador de golf,  su experiencia ante el miedo  y  el estrés o la ansiedad  que produce. Os relato un interesante estudio, llevado a cabo hace varios años, que ilustra la relación entre el grado de estrés que produce una tarea y la habilidad o competencia de la persona a la hora de enfrentarse  a diversas situaciones.

En ese estudio, los investigadores que analizaban  la experiencia de estrés equiparon a un cirujano cardiaco muy reconocido en su profesión con un monitor de frecuencia cardiaca en el día en que el cirujano iba a realizar una operación de derivación coronaria a corazón abierto. El monitor reveló que el ritmo cardíaco del cirujano no destacaba al enfrentarse  o realizar habitualmente a su trabajo. En la mañana de la operación, la frecuencia del pulso del cirujano era  normal (entre 70 a 80 latidos por minuto) mientras se dirigía al hospital y justo antes del comienzo de la operación. Cuando empezó la intervención su pulso aumentó muy ligeramente, lo que reflejaba el aumento de la carga de trabajo y la concentración exigida por la situación, pero no excedía de 90 latidos por minuto.

Su frecuencia cardíaca máxima, alrededor de 100 latidos por minuto, se produjo en el momento más dramático de la operación , cuando el corazón del paciente, que había sido detenido durante el procedimiento, se reanimó. Se trataba, literalmente, de un momento de vida o muerte. En general, los datos de frecuencia cardíaca indicaron que el experto cirujano manifestó relativamente poca  excitación física durante el procedimiento, a pesar de que un fracaso hubiera  tenido consecuencias reales para su reputación profesional.

Al día siguiente, el mismo cirujano estaba apuntado para jugar un Pro-Am de un torneo de la PGA. Fue emparejado con un profesional y había espectadores en el campo que habían ido a ver a los profesionales. El cirujano, cuyo nivel de juego  no era superior al de un golfista boggie, fue de nuevo equipado con un monitor de frecuencia cardíaca. Los datos resultantes indicaron que la frecuencia del pulso del cirujano medio fue de 110 latidos por minuto mientras conducía hacia el campo. Una frecuencia más alta que cualquiera de las que había experimentado el día anterior, incluso durante la cirugía.

Cuando nuestro golfista se situó en el tee del 1 y  se preparó para golpear la primera bola del día su pulso era de 140 latidos por minuto. El monitor mostró que, durante todo el partido, su pulso fluctuó entre 125 y 145 latidos por minuto, lo que indicaba un alto nivel de activación fisiológica, probablemente producido por el miedo. Y todo ello ocurrió a pesar de que la actuación del cirujano se produjo durante un partido que no tuvo consecuencias de ningún tipo, ni para sus finanzas, ni para  su vida profesional. La explicación dada por los investigadores como conclusión a su estudio es que en el campo de golf el cirujano tuvo que enfrentarse a en una situación en la que las demandas ambientales, el denominado miedo escénico, eran muy altas en relación con su competencia o nivel de juego. El temor a no estar a la altura del campo rodeado de profesionales aceleró un corazón acostumbrado a situaciones de vida o muerte.